94- Tradiciones Wayúu de la muerte. | COLOMBIA
Las mujeres Wayúu, cubiertas con sus vestidos largos, blancos o estampados con colores vivos y flores, se mecen una barba inexistente mientras comentan las novedades en un rincón de la ramada. Sus rostros están libres de pelo, pero igual se estiran mi barba. Dos alijuna acaban de llegar. Sus ojos negros como el carbón observan registrando todo, sin vergüenza, sin recato, sin la distancia que te enseñaron en tu ciudad.
Entonces todo vuelve a ocurrir al revés. Llegas para sorprenderte y sorprendes, llegas para ver y eres el observado. Te acercas al grupo, quince mujeres, que preparan un fuego para cocinar en el rincón de una gran ramada y te conviertes en objeto de estudio y disección a pocos metros de distancia.
– Antushi, bienvenido –declara una mujer de unos sesenta años que se acerca hasta nosotros en la pequeña comunidad de Paraíso.
Hace diez minutos nos desviamos del camino principal de arena buscando un almacén, un sitio donde comer algo. Chivo asado sería perfecto.
– Anayaguatsá, gracias –respondo en wayúu.
– ¿Cómo te llamas? –pregunta la mujer.
– Pablo. Ella es Anna.
Entonces otra mujer comenta algo en su idioma, y ríe. Pero es la única que ríe. Lo único que entiendo es Pablo Escobar. Ya no es gracioso.
El narcotraficante Pablo Escobar, el patrón, muerto durante un operativo policial en 1993, sigue provocando lágrimas sinceras entre muchos colombianos. Sin duda, fue un asesino y traficante internacional brillante, un gran cabrón. Pero también supo ganarse el aprecio de la gente común, ocupar los espacios descuidados por el gobierno y apoyar a los necesitados con sueldos o ayudas puntuales. Colaboraba con el presupuesto de los pueblos con dinero, con obras públicas y conteniendo a los criminales que se desmadraban. A cambio sólo demandaba lealtad por eso la gente, el pueblo, lo llamaba el patrón. Pablo Escobar mandaba más que la policía, más que los políticos.
– Yo me llamo Mercedes.
Entonces me doy cuenta que estamos en un cementerio. La puerta que acabamos de cruzar no da al terreno de una casa, da a un grupo de tumbas. Al fondo hay otro grupo más grande, de vivos y muertos.
– Estamos recordando a nuestra abuela que murió hace seis meses. La anciana era una mujer excepcional. La queríamos mucho. Por eso nos juntamos aquí, toda la familia. Ellas vienen de Venezuela, viven en Maracaibo. Ellas de Maicao. Yo vivo aquí, en Paraíso.
Paraíso debe ser un buen sitio para iniciar el camino de la otra vida.
La tradición Wayúu de la muerte está llena de rituales, de enterramientos, desenterramientos y nuevos enterramientos, de comidas familiares en el cementerio regadas de chicha, chirrinchi y whisky y niñas vírgenes, puras, encargadas de juntar los huesos.
El primer entierro se realiza en una tumba común construida con cemento y decorada con azulejos, mármol o piedras, al gusto de la familia. A su alrededor se deja una vasija con agua semienterrada y todos los elementos que el muerto hubiera querido llevar consigo: sus galletas preferidas, su Biblia impresa por los Testigos de Jehová en wayunaiki, su primera foto o una botellita de chirrinchi, el alcohol de caña tradicional Wayúu. El día de la despedida todos se reunen alrededor de una gran comida de chivo asado, pescado frito, puré de maíz, patatas hervidas y sopa preparada por sus familiares más cercanos, que deben alimentar a los invitados. Los hombres y las mujeres se reunen separados en ramadas familiares mientras la chicha y el chirrinchi apoyan los efectos del whisky.
Luego, cada seis meses, cada año, cada dos años, la familia vuelve a encontrarse en el cementerio para hacer una gran comida de varios días en memoria del difunto. Hasta que, entre los cinco y los diez años de la muerte, se haya juntado el dinero suficiente para el segundo entierro, el más importante. Entonces, en medio de un gran encuentro que puede reunir cien, quinientas o mil personas, Una chica virgen debe abrir la tumba y sacar los huesos del difunto para colocarlos dentro de una tinaja de cerámica, que será el sitio de descanso definitivo.
Luego de acercarnos a la tumba de la abuela, una chica con el rostro pintado de negro nos acerca el primer vaso de chirrinchi.
– ¿Por qué llevas el rostro pintado de negro? –le pregunto.
Pero la mujer se limita a ofrecer los vasos al alijuna. No habla, no dice nada, ni siquiera responde a mi pregunta. Es posible que no hable castellano. Su timidez es enorme. Cuando Mercedes se acerca con un par de platos de pescado frito y puré de maíz, vuelvo a preguntarle.
– ¿Por qué algunas mujeres llevan el rostro pintado de negro? ¿Es una tradición? ¿Están en una etapa especial de su vida? –los niños masai llevan una vestimenta y una pintura facial distinta cuando están pasando de la niñez a la edad adulta.
Mercedes me observa extrañada, y sonríe.
– Eso se lo ponen en el rostro para protegerse del sol. Aquí el sol es muy fuerte.
Y ríe, y yo le acompaño avergonzado.
– Lo que se ponen en el rostro es una mezcla de sebo de cabra con polvos de un hongo que crece durante el invierno. Lo recogen del suelo cuando ya está seco, y lo guardan hasta el momento en que necesiten usarlo. Entonces lo muelen hasta que se convierte en polvo y lo mezclan con el sebo de cabra, grasa del estómago, que es de donde sale más puro.
Crema solar, crema solar tradicional.
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Encuentra en este enlace más información sobre la Alta Guajira colombiana y el territorio Wayúu
Para saber más sobre las tradiciones Wayúu de la muerte, ve a El Ritual del Doble Entierro de la Tribu Wayúu.
El Libro de la Independencia. ISBN 978-84-616-9037-4
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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.
Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.
En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).
¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.
curioso
me parece muy bonito que hablen asi de nosotros los wayuu asi hacen que nuestra cultura no se pierda gracias a todos los que participan en este trabajo
Te felicito por la pagina, los blogs son muy útiles ya q permiten conocer un poco mas sobre los lugares a los q uno todavia no llego. Espero q sigan asi y t cuento q yo vivo en PARIS.Saludos!
Que inmensa tranquiladad!! la naturaleza es inexplicable…con mi familia siempre tratabamos de viajar x el mundo, que belleza!! Ahora nuestro próximo rumbo es Paris.Alguien conoce un lugar donde podemos hospedarnos?
Que interesante, pero yo quisiera saber, ¿para las muertes causales se ejecutan los mismo ritos que en las muertes naturales?
Más historias sobre los Wayuu, en los diarios del mundo
El duelo Wayúu por la muerte de los niños indígenas
http://elpais.com/elpais/2016/06/02/planeta_futuro/1464861767_822956.html