266- Música en las calles de Las Vegas | ESTADOS UNIDOS
Muchas veces, cuando algo es gratis, pasamos de largo. Y es un error.
Muchas veces, cuando algo es gratis, pasamos de largo. Y es un error.
Muchas veces, cuando algo es gratis, pasamos de largo. Y nos equivocamos.
Un Parque Nacional de 773 kilómetros de ruta en medio de la naturaleza sin semáforos, sin señales de stop, sin gasolineras, camiones ni carteles de publicidad.
Si tuviera hijos no los llevaría a Disneylandia, los llevaría al Museo de Naves Espaciales de la NASA
A Nueva Orleans hay que vivirla antes de morir. Sobre todo, antes de que cambie.
El paisaje desde el kayak es salvaje, brutal, mangles retorcidos que zigzaguean en todas las direcciones dejando abierto un túnel que a veces no es más grande que una cloaca pequeña.
Bienvenidos a Nueva Orleans, el Titanic de tierra firme, donde la música sigue aunque se acerque el próximo huracán.
Me siento tremendamente orgulloso de mi castellano, que mezcla palabras argentinas, españolas, catalanas, chilenas, peruanas, venezolanas, colombianas y mexicanas. Y, por más que mi inglés sea bastante bueno después de tantos años en la ruta, siempre prefiero hablar en mi idioma.
‘¿Qué harías si encontrásemos a un par de migrantes por aquí, camino del norte, en el desierto?’ me preguntó Anna una de esas tardes en el Parque Nacional del Big Bend, mientras tejía una nueva pulsera de hilo para vender en Estados Unidos. Durante la noche anterior habíamos escuchado chapoteos, algún par de ladridos y nuevamente silencio.
Alguien había robado el libro del medio, el que contaba la historia detallada de la Tierra, y nadie se había dado cuenta.