224- La destrucción del zoco de Alepo. | SIRIA
El zoco de Alepo nunca volverá a ser lo que describimos en El Libro de la Independencia.
“El zoco de Alepo es una interminable sucesión de pasillos estrechos invadidos por un pandemónium de mercancías que comienza a un paso de la calle. Es enorme, oscuro y ruidoso, arrugado, un laberinto de techos altos donde los cuerpos avanzan, se rozan y tropiezan con sacos de granos, cajas de cartón y banquetas abandonadas. La presencia de los animales que empujan para pasar es constante, y las bombillas de luz amarilla que cuelgan de hilos delgados desatan una epidemia de hepatitis aparente.
Cada cinco o diez metros cambia la consistencia del aire y una nueva contradicción llega a tu nariz. Sudor, pimienta, incienso, tabaco dulce, comino, orina, sésamo, carne oreada, humo, bosta de burro. Los sentidos se excitan, es provocación tras provocación, primero picante, luego dulce, luego amargo, hasta que todo comienza a combinarse. Té, aceitunas, camello, pistacho verde, henna, tomates aplastados.
Atravesamos locales especializados en joyas auténticas y joyas falsas atendidos por señores con un aire de respetabilidad sospechosa. Hay telas por metro, pantalones, galabiyas para el caballero, chadores y burkas con diseños de última moda para la dama, camisetas de los Rolling Stones, adornos plateados y espejados, frutos secos, aceite de oliva denso y pequeñas mezquitas que se suceden en memoria de santones olvidados. A la derecha se abre un portal labrado que da entrada a un antiguo khan, un hospedaje de forasteros y caravanas convertido en taller de costura. Un almacén ofrece bebidas de todos los sabores, colores y marcas menos Pepsi o Coca Cola. Siria es uno de los pocos países del mundo que cerró la puerta a los símbolos de la cultura norteamericana. El suelo, duro y rugoso, cambia de consistencia en la sección carnes degolladas para convertirse en una pista de patinaje húmeda y efervescente de vida. Es la pesadilla de un ama de casa acostumbrada a los supermercados impolutos. ‘Disculpe, ¿dónde están los congelados?’
Tus antenas se desequilibran o peor, se confunden. Entonces comienzas a oler con la boca, llena de saliva espesa empapada de partículas volátiles. Las bananas aplastadas por la pezuña de un burro saben a aguacate pasado. Un rincón lleno de basura y moscas sabe a aliento de perro. Es sorprendente la cantidad de espuma que puedes segregar automáticamente para enjuagarte el paladar. El paso arrastrado de un anciano tiene gusto a polvo antiguo, a casa encerrada y húmeda. Un ciego podría avanzar sin necesidad de un lazarillo hacia el rincón que siempre huele a orina de camello. Tu boca se vicia, se contagia. Los pasillos laterales dan curvas imposibles hasta callejones sin salida llenos de zapateros y malabaristas sin profesión definida.
Casi todos los números están escritos en farsi. El precio del kilo de mandarinas está en farsi. Los teléfonos públicos tienen los botones en farsi. La fecha impresa en la portada del periódico local, las matrículas de los coches y los carteles de los taxis están en farsi. Hasta los visados llevan las fechas de entrada y el tiempo de permanencia otorgado en farsi. Los números farsi nos rodean para recordar que los dibujos que utilizamos en occidente son sólo uno de los alfabetos numéricos que existen en el mundo.
Detrás de una fortaleza de cajas de cartón aparece la ciudadela, símbolo de Alepo y escenario de las guerras de religión más importantes de nuestra historia: las cruzadas. El islam avanzaba desde la península arábiga conquistando todo con la consigna ‘si no te conviertes, tendremos que matarte’. Los cruzados contraatacaban para ‘exterminar a los infieles y purificar con su sangre la tierra sagrada’. Así se iniciaron los problemas de Oriente Próximo: a Dios se le mezclaron los papeles y prometió la misma tierra a demasiada gente…”
Extracto de El Libro de la Independencia, de Pablo Rey.
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El Libro de la Independencia. ISBN 978-84-616-9037-4
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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.
Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.
En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).
¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.
Aunque nunca estuve en Siria, con este relato tan descriptivo y detallado me ha parecido recorrer los recovecos del zoco de Alepo. No hay duda que se puede viajar a través de los libros (o escritos), ¡Gracias por estos viajes gratuitos Pablo y Anna!. Estoy ahora en Catalunya, si están en Barcelona como me parece haber leído avísenme que me agradaría verlos. Un abrazo.