El viajar es un placer, Revista Viva, Clarín | ARGENTINA

Ésta es la primera publicación importante sobre la historia de La Vuelta al Mundo en 10 Años. Salió en la Revista Viva (domingos) en el diario Clarín de Argentina a principios del año 2003. Es interesante leernos entonces…

Reportaje sobre La Vuelta al Mundo en 10 Años (todavía no tenía ese nombre) escrito por Eliana Galarza y publicado en la revista Viva, suplemento dominical del diario Clarín de Argentina, el domingo 9 de febrero de 2003. 

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Un argentino y una catalana viajan desde hace tres años a bordo de una 4×4. Salieron de Barcelona en junio de 2000 y planean dar la vuelta al mundo en casi 8 años. Las aventuras de una pareja que dejó todo por un sueño y encontró en las rutas un nuevo estilo de vida.

Enfrentar peligros al estilo de Indiana Jones (y salir sano y salvo), probar platos exóticos, ver amaneceres teñidos de tonalidades lejanas -con siluetas de europeos, americanos, asiáticos o africanos recortándose en horizontes que no figuran en circuitos turísticos-, sacar fotos… Lo que para cualquiera serían ingredientes de un gran viaje, para el porteño Pablo Rey Berri y la catalana Anna Callau Aguilar, ya son fragmentos de una nueva vida: desde hace tres años viven, duermen y sueñan a bordo de una 4×4.

“¿Quién no deseó alguna vez dar la vuelta al mundo? Llegar a la oficina un lunes y decirle a tu jefe: ‘Te dejo con el muerto, yo me largo’. Eso me pasó en agosto de 1999”, relata Pablo, que no sólo tuvo el deseo sino que meses después de aquel día comenzó a desplegar mapas de rutas inciertas junto con su novia Anna.

Porteño radicado en España y atado a una vida de oficina, meses antes de pegar el portazo pasó 45 días de vacaciones en Zimbabwe y Namibia, en el África negra. Allí empezó todo. “Conocí a un suizo que viajaba solo a bordo de un Land Rover y compartí parte de su viaje. Un día se nos ocurrió hacer rafting por los rápidos del río Zambeze. El bote volcó y casi me ahogo. Tenía 33 años y me puse a pensar en qué estaba haciendo de mi vida. Trabajaba, había estudiado, pero había muchas cosas que iba postergando. Una de ellas era dar la vuelta al mundo. Me dí cuenta que podía morir en cualquier momento sin haberlo intentado…” comenta Pablo.

Y asiente Anna: “La idea del viaje siempre estuvo en su cabeza y el recorrido resultó natural, era algo que teníamos que hacer”. El segundo paso fue elegir el transporte y también hubo acuerdo en equipar una poderosa 4×4. Los cursos de fotografía y de mecánica completaron el panorama para animarse a dejar Barcelona, donde vivían, y marchar hacia el mundo desconocido.

El 20 de junio de 2000, con la Mitsubishi equipada hasta los dientes, la pareja y todos sus ahorros abandonaron España. “El plan era recorrer el sur de Europa, África de norte a sur, América de sur a norte y volver a Barcelona cruzando Siberia en cuatro años. Pero no fue así. La sensación de libertad se apoderó de nosotros y el viaje se convirtió en la vida. En buscar maneras de sobrevivir (consiguieron los patrocinios de Panama Jack, Pixel/McKinley y Barcelona 2004) y ganar algo de dinero a medida que avanzábamos”, explica Pablo.

En poco tiempo los planes de 4 años se esfumaron. Ahora, según cálculos optimistas, esperan cumplir con el mismo recorrido, pero en ocho años. “Empezar por Europa fue bueno -explica Anna-; no sentíamos ningún choque cultural, los caminos eran buenos y nos servían como entrenamiento par manejar alternadamente. Vamos, era tierra conocida”. De todos modos, Italia fue el primer país donde aparecieron las primeras revelaciones: “Cuando llegamos a Nápoles entendí de dónde venimos los argentinos. Maradona, autos pintados de azul y blanco, el culto a la madre, el caos, los vivos… todo estaba allí. Para mí, esos son nuestros orígenes”.


Amigos de lo ajeno. En Grecia enfrentaron la primera desilusión: “Un día, mientras estábamos en Atenas, encontramos las puertas de la furgoneta abiertas y todo el interior desvalijado. Nos robaron casi todo. El portátil, la cámara de fotos, el GPS, un grabador que teníamos para registrar sonidos de los lugares que visitábamos, casi toda la ropa, unos bolsos con regalitos y cosas que habíamos separado para cambiar por cuentas de colores en África”, recuerda Anna. “¿Si tuvimos ganas de regresar? ¡No! Eso no fue nada comparado con lo que nos iba a pasar después…” aseguran.

Así, Europa fue desapareciendo de la ruta con algunos sinsabores, las revelaciones de Pablo y pocas pero muy pocas sorpresas. Las verdaderas revelaciones estaban del otro lado de Grecia, en los primeros kilómetros de Turquía, un territorio que jamás habían visitado. “Mientras nos acercábamos a la frontera con Armenia, para luego internarnos en el Kurdistán, las muestras de amistad aparecían en forma de panes tradicionales, té, frutas, camas donde dormir, arreglos para la furgoneta, pescado y otros regalos inesperados de gente curiosa y desinteresada que sólo quería saber qué demonios se nos había perdido allí”, enumera Pablo.

Al parecer, en esos parajes tan alejados de su lugar de nacimiento, la presencia de Pablo y Anna cayó muy bien. Se sentían protegidos, contrariamente a lo que indicaban los prejuicios con los que habían llegado al lugar. “En las pelícuals y en los medios sólo se ve la parte mala de esas regiones. Siempre aparece la figura del musulmán como un villano y nuestra experiencia personal ha sido la de encontrarnos con gente muy hospitalaria y muy cálida”, reconoce Anna.

Y Pablo sigue mostrando en un mapa por dónde anduvo esa poderosa 4×4. “En Siria llegamos casi hasta la frontera con Irak, dormimos en el desierto y visitamos ruinas de ciudades enterradas en la arena, como Palmira, Rasafa y las ciudades muertas del antiguo camino de peregrinos de Jerusalén a Estambul. En Jordania intentamos nadar en el Mar Muerto, visitamos Petra y nos perdimos varios días por un impresionante desierto montañoso. Cruzamos el caos de El Cairo y nos internamos en el desierto libio, por la ruta de los oasis, al oeste del Nilo. Y cuando nos hartamos de las pirámides, entramos en Sudán”.

Africa mía, y negra. Luego de Sudán comenzó la parte del viaje “menos turística”. La parte del Africa menos transitada por viajeros curiosos. “Nadie por aquí, nadie por allá. Sólo rocas negras y una capa fina de arena gris que lo cubre todo al este del Nilo. Al oeste, cada vez más lejos, las dunas doradas de la otra orilla comienzan a perderse. La ruta es una pista ondulada de pesadilla por donde hasta los burros pasan un mal rato. La pista es de tierra, arena y piedras, una sucesión de serruchos destroza-carrocerías y pozos afloja-tornillos que te hacen bailar dentro de la 4×4. Era tan terrible que no avanzamos más de 100 kilómetros por día. A 40 por hora, el taca-taca de la furgoneta se clava en el cerebro y produce hemorragias de dolor. Aceleré a 60 km por hora pero todo se sacudía aún más. Mientras avanzábamos, a 15 km por hora, pensé en el gordo Michelin: fue muy optimista al incluir esa ruta en el mapa. Con el paso de las horas se convertía en peor”, revive Pablo.

Los caminos malos, algún desperfecto inoportuno, fueron terribles para la 4×4. En algún momento tenía que descomponerse. “Camino hacia Khartum, en el medio del desierto, perdimos la tapa del filtro de aire. No había teléfonos, caminos ni mecánicos, nadie hablaba inglés y todos nos miraban como si fuésemos extraterrestres. Después de cuatro días sin encontrar una solución al motor lleno de arena, tuve que ir a Khartum para alquilar un camión y rescatar la furgoneta”.

Esos ajetreos, sin embargo, no se comparan con las verdaderas situaciones de riesgo que vivieron en Etiopía: “Dos hombres nos persiguieron en una moto porque nos acusaban de haber atropellado a una vaca. Frenamos, les pedimos identificación para ver si realmente eran policías y como no pudieron demostrarlo, nos fuimos y nos empezaron a perseguir. Ese mismo día, 30 hombres nos rodearon en medio de la ruta y no se apartaban, querían dinero, todos llevaban palos. También tuvimos que huir” dice Pablo mientras Anna remarca otra característica con la que tuvo que aprender a vivir en un pueblo de frontera, a 600 km de Sudán: “No teníamos privacidad, todos estaban siempre mirándonos y muy de cerca. Yo creo que se comportaban así porque ellos suelen vivir en pequeñas construcciones y no tienen espacio para la intimidad, entonces piensan que nadie la tiene y que no es molesto observar al otro constantemente”, reflexiona Anna.

Más de 20 países, 78 mil kilómetros recorridos (8 mil por agua, a bordo de embarcaciones seguras y otras no tanto), robos en Grecia y Etiopía, un asalto en Kenia, dos averías importantes en la 4×4 (en el Sahara de Sudán y en el lago Turkana, en Kenia), 49 pinchazos y un récord: 11 en un mismo día, en el lago Turkana. Y ninguna enfermedad, apenas un accidente en una playa africana con un cuchillo mientras intentaban abrir un coco, y cientos de prejuicios derribados. Ahora están en la Patagonia y planean seguir hasta dar la vuelta y regresar a Barcelona. El viaje, la vida, continúa.

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

One thought on “El viajar es un placer, Revista Viva, Clarín | ARGENTINA

  1. muy zarpado todo esto…
    es otro torneo!!! jejeje!! re buena onda hacer todo esto y mejor onda es la de compartir porque si la guardan solo para ustedes no sirve : )
    gracias!!!!

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