89- La Guajira: primeros pasos en COLOMBIA
Dice que ella es una mona blanca de ojos azules y tú, ¡jaja ja jaja! –continúa partiéndose de risa mientras me señala -¡tú eres un mono blanco con barba de chivo!
Dice que ella es una mona blanca de ojos azules y tú, ¡jaja ja jaja! –continúa partiéndose de risa mientras me señala -¡tú eres un mono blanco con barba de chivo!
– ¿Estás loco? ¿Cómo van a ir a Colombia? Allá te secuestran, está lleno de traficantes, hay guerrilleros y paramilitares, es muy peligroso… ¿No ves las noticias?
CÓMO DEBE ATENDER EL TELÉFONO UN MILITAR VENEZOLANO. Esto lo leí en la recepción de un destacamento militar. Estaba pegado prolijamente en el escritorio, junto al teléfono, en un destacamento…
Salvadores convertidos en tiranos, libertadores revolucionarios contagiados por una extraña fiebre capitalista acaparadora. Poder que da ego, poder que da juguetes, poder que da poder.
Nos guste o no, hay que reconocer que Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, ha sido un verdadero maestro en el manejo de la realidad.
Hace unos días alcanzamos el punto más al norte de las rutas sudamericanas. Bueno, en este caso, senderos de arena y tierra poco recomendados para vehículos que no sean 4×4.
Nuestra experiencia con los venezolanos fue excepcional, con excepción de un par de casos en los que nos han insultado por ser extranjeros. Esto no quita mérito a un pueblo generoso que vive uno de los momentos más complicados de su historia.
El kilo de cebollas en un supermercado de Puerto Ordaz, Venezuela, puede costar 7 euros o 10 dólares si cambias tu dinero en un banco o en una casa de cambio. Algo tan absurdo como que, por el mismo dinero, puedes comprar 416 litros de diesel. Sí, quinientos veinte, five hundred and twenty litros de diesel, my friend.
‘Los chicos no nacen con un pan bajo el brazo, nacen con un bollo crudo de masa de galletas pegado en la planta de cada pie’ asegura antes de detenerse en la esquina. El semáforo está rojo, el cielo azul. ‘Te hablo en serio, la vida es una cocina.’
La mayor riqueza de los árabes no es el petróleo –aseguro a Gareb y Mona, que viven con sus nueve hijos en una casa sin terminar en Wadi Musa