347- El Camino de Santiago para escépticos, por el Camino del Norte | VIAJAR A PIE

Tardamos 32 días en recorrer a pie el Camino de Santiago desde Irún, siguiendo el Camino del Norte. Y tengo que confesar que durante los primeros 20 días apenas tomé notas sobre lo que estaba viviendo. Tenía miedo de equivocarme, porque había empezado a caminar con los prejuicios del viajero que vivió situaciones más duras que este avanzar interminable sobre calles suburbanas asfaltadas, senderos ondulados, carreteras, y miradores con fuentes de agua potable. Y eso me hacía dudar.

Habíamos comenzado a caminar con la seguridad de que El Camino de Santiago era uno de los grandes viajes de Europa. ¿Valía realmente la pena? ¿O tendríamos que haber agarrado la moto?

Setecientos ochenta y siete kilómetros hasta Santiago! Aquello parecía casi tan lejos como la Luna.

¡Todavía faltan 787 kilómetros para llegar a Santiago! Tendría que haber agarrado la moto, murmuré pronto. Me gusta mucho caminar y sobre todo en la naturaleza, pero empezaba a intuir que buena parte del Camino del Norte a Santiago sería sobre asfalto. Además, terminaba cada día agotado: desde la expedición al Darién, tres meses atrás, no caminaba un sendero exigente. ¿O había creído que el Camino de Santiago sería más fácil porque parece llano comparado con la Travesía de los Pirineos?

No, siguen siendo más de ochocientos kilómetros a pie. Y en ochocientos kilómetros hay tiempo de acostumbrarse al dolor en los pies y el cansancio en las piernas, que se hacen normales tras veintitantos o treinta y muchos kilómetros caminando cada día, durante semanas. Pero sigues adelante, tu objetivo todavía está a cientos de kilómetros de distancia.

El premio cotidiano al viaje lento por lugares civilizados es la comida, la sidra o las cervezas heladas que tomas en alguno de los tantos bares del camino, con la excusa de descansar. Eso no falla en el norte de España. Alojarse es fácil, el Camino del Norte está punteado por albergues, y el único beneficio de llevar una tienda de campaña es dormir alejado de los ronquidos de los peregrinos. Lo único que necesitamos para llegar a Compostela es constancia, seguir poniendo un pie delante del otro.

Mapa del Camino del Norte a Santiago de Compostela
Mapa del Camino del Norte a Santiago de Compostela
Caminando por el bosque en el Camino de Santiago
El Camino de Santiago pasa por mucho asfalto, pero también por bosques, playas, acantilados y pueblos de otro tiempo.

Pero, ¿dónde estaba ese toque especial del que hablaban muchos peregrinos? El Camino de Santiago no consistía solo en resistir hasta llegar a destino. ¿O eso era todo? Había destellos que actuaban de hilo en esa larga caminata, como cuando inesperadamente un desconocido te saluda buen camino en lugar de buenos días. Quizás mis expectativas eran distintas y esta vez el viaje era otro. Quizás no se contase en puertos de montaña, fronteras o desafíos puntuales.

Quizás era simplemente viajar a pie. Cuando viajas a pie nada es fugaz, todo se vive en cámara lenta: la luz del amanecer, una iglesia antiquísima, el dolor de piernas, o una playa desierta desde un acantilado; la olla de un cocido montañés en la mesa, la cueva de Altamira, un bosque, o una tradición, intenta levantar esa piedra, los vascos lo hacen; una ría, un llagar o un hórreo dónde dormir. Viajas tan despacio que no te pierdes un solo olor del camino.

Pero los demás, ¿por qué caminaban hacia Santiago?

Amigos y peregrinos sentados en el suelo en el Camino de Santiago
El albergue en Sobrado es un antiguo monasterio, donde nos volvimos a encontrar con un buen grupo de peregrinos

Muy pocos peregrinos avanzan empujados por la fe. Algunos quieren probarse, marcarse un objetivo y no perderlo de vista hasta conseguirlo, o se encuentran en un cruce de caminos vital en el que tienen que tomar decisiones importantes. Otros ya saben cómo funciona la red de albergues y senderos señalizados y se dedican a cruzar la península ibérica caminando, una y otra vez.

Porque el Camino de Santiago es una red de senderos apta para todas las edades. Todos pueden participar, todos pueden caminar. Desde chic@s de 18 años que aprovechan los albergues públicos, a familias con sus hijos. Abuelas, abuelos, amigas que empiezan a pasear por el barrio y un día deciden llegar un poco más lejos. Hombres y mujeres solitarios. Hombres con perros. Hombres con burros. Ciclistas. Jinetes. Vagabundos con todo el tiempo del mundo y sedentarios con horario de oficina.

Una pareja de belgas que comenzó en Flandes hace dos meses y medio y carga en sus espaldas todo el equipo de acampada. Un amigo paramédico que decide caminarlo durante dos años porque las vacaciones nunca son suficientemente largas. Anna la suiza, o Luli la madrileña, que empezaron solas en Irún y a veces duermen bajo un portal.

Aunque sólo quieras hacer deporte, caminar se convierte en un mantra. Repetir la acción de poner un pie delante del otro, constantemente, una y otra vez durante semanas, permite largos ratos de silencio. Un paso, otro paso. Es otra manera de buscar respuestas que no se encuentran en el ruido de las ciudades. Otro paso. Quizás el Camino de Santiago sea el lugar donde intentar desconectar. Donde cortar las interferencias y encontrar ese silencio. Quizás ahí estaba la magia.

DATOS CLAVE.

Muchos caminos forman parte de la red que termina en Santiago de Compostela. El Camino Francés, de 940 kilómetros desde Saint Jean Pied de Port, es el mejor preparado y señalizado. El Camino de Norte, de 869 kilómetros desde Irún, y el Camino Primitivo, 321 kilómetros desde Oviedo, son los más duros. La Vía de la Plata, de 705 kilómetros desde Sevilla, y el Camino Portugués, de 610 kilómetros desde Lisboa, son los que parten desde el sur. El Camino Inglés tiene 155 kilómetros desde Ferrol. El Camino Catalán comienza en el Monasterio de Montserrat y después de 325 kilómetros conecta con el Camino Francés. Y estos son sólo algunos de los Caminos a Santiago.

No es indispensable llevar una guía en papel para viajar por el Camino de Santiago. Es difícil que te pierdas. Recomendamos la web Gronze.com, la guía de Eroski y el track completo de todas las rutas en bicicleta de Caminodesantiago.me.

A no ser que realmente te guste acampar, hay albergues públicos y privados que ofrecen literas con sábanas de tela o descartables desde 6 euros la noche. Recomendamos llevar un saco de dormir liviano que te sirva de sábana y manta. ¡Y buenos tapones para los oídos!  

Una mochila de 30 litros y 5 kilos de peso debería ser suficiente. Solo necesitas jabón, champú, cepillo de dientes y una muda completa de ropa liviana que se seque rápido, si planeas lavar a mano todos los días. Deja los jeans en casa. Una botella de agua, un poncho para la lluvia y un saco de dormir liviano. Las zapatillas más cómodas que tengas y algo de abrigo, según la época.

Para obtener la Compostela, el documento en latín que te certifica como ‘peregrino’ necesitas la credencial sellada en los albergues donde hayas dormido y caminar como mínimo los últimos 100 kilómetros. Si viajas en bicicleta, debes recorrer como mínimo 200 kilómetros. 

El mayor enemigo para completar el Camino de Santiago son las ampollas y las lesiones. Escucha a tu cuerpo. Lleva las zapatillas más cómodas que tengas y calcetines especiales de senderismo, con acolchado extra en las zonas de mayor roce. Si sientes que empiezas a tener un problema, detente. Acomódate el calcetín, pásate vaselina por la zona en peligro, y descansa los pies o cámbiate el calzado por un rato. Otra vez: escucha a tu cuerpo.

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Tengo que admitir que mi escepticismo sobre el Camino de Santiago duró un par de semanas. El cambio fue provocado por las charlas espontáneas con hospitaleros, quienes reciben al peregrino en los albergues. Algunos eran voluntarios de albergues públicos, otros estaban comenzando una nueva vida lejos de la ciudad como en L’Abellugu, y otros simplemente seguían los dictados de su conciencia.

Como en la Casa de las Doce Tribus, una supuesta ‘secta’ cerca de San Sebastián, que no se anuncia como albergue pero que abre las puertas a todo aquel que pida refugio o alojamiento. O la Cabaña del Abuelo Peuto, en Güemes, organizado por un cura rebelde, que brinda alojamiento y todas las comidas a partir de las donaciones que reciben de los mismos peregrinos. O los pocos albergues que preparan una cena común para todos los visitantes de esa noche, cobrando lo que cada uno quiera o pueda poner.

De alguna manera, cuando llevaba más de un millón de pasos y más de quinientos kilómetros recorridos, empecé a interpretar el Camino de Santiago como un punto de encuentro. Desconocidos de distintos orígenes, colores y situación económica que comparten las mismas ampollas y el mismo agotamiento.

Todos iguales. Gente con la que no coincidirías en tu vida. Uruguayos, argentinos, norteamericanos, belgas, canadienses, lituanos, alemanes, brasileros, suizos, coreanos, rusos, franceses e italianos, gallegos, madrileños, andaluces, vascos y catalanes.

Cada uno tenía una historia. Y todas eran únicas. Y hacia el final del camino, todos comenzamos a compartirlas.  

¿Y? ¿Qué tal por el Camino?

No fue lo que esperaba. Fue otra cosa. Pero creo que volveremos al Camino, y la próxima vez tomaremos el Camino Primitivo, hasta Finisterre. O el Francés, en pleno invierno…

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

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