177- Cómo evitar que te coma un oso | CANADÁ
– ¿Sabes cuál es la mejor manera de evitar que te coma un oso? -me preguntó Anna poco después de ahuyentar mi primer oso negro amenazándole con una cuchara y la taza plateada del café con leche.
– A ver… contame…
– Para evitar que te coma un oso hay que salir a caminar en grupo… y correr más rápido que el más lento. Ahí seguro que no te come.
La auténtica Anna, de espíritu sagaz y levemente malvada, volvía a salir a la superficie.
– Qué… ¿quieres echarte una carrerita?
Nunca me dijo que sí, pero empezó a correr.
Esta vez detrás no había ningún oso. Y si estaba observándonos escondido entre los matorrales del Yukón, tenía más curiosidad que hambre.
Hacía tiempo que no veíamos animales salvajes. Hablo de esos que te pueden comer, claro. Habíamos visto montones de llamas, ciervos, choiques, camioneros, serpientes, taxistas y hasta algún cocodrilo por Sudamérica. Incluso un oso hormiguero gigante en Guyana o monos, perezosos y conductores de autobús en Centroamérica. Pero auténticos osos, osos negros o grizzlies, solo en los zoológicos.
Y eso, el riesgo de estar caminando por un bosque mano a mano con la vida más salvaje, hace del norte del continente americano una zona especialmente atractiva. Pura adrenalina.
Por eso, a medida que devorábamos kilómetros por ese túnel verde que es la ruta que asciende hacia el Ártico por la Columbia Británica y Yukón, Canadá, comenzamos a levantar todos los folletos que encontrábamos que no fueran listas de hoteles o campings. Hay tantos y tantos papeles y revistas gratuitas con indicaciones fiables que comprar una guía ya no es imprescindible.
Si un oso se te acerca gruñendo y salivando es porque está estresado. Lo que tienes que hacer es plantarle cara.
El que escribió ese folleto todavía debe estar riéndose en su oficina… eso solo lo puede decir un oso infiltrado en el sistema o alguien que sale a caminar por el bosque con galletitas para osos.
Te pones en pie sobre una roca o un tronco caído y mueves despacio los brazos hacia arriba y hacia los lados mientras le hablas al oso en tono suave y amistoso.
– Eeyy maan, toodooo bieeen. Paaz, paaz y amor. Yo voy por mi lado, tu vas por el tuyo, y como si no nos hubiéramos visto. ¿Okay? ¿Entiendes? No me jodas, espero que sí, porque si tengo que decirte todo esto en inglés no me sale ni la mitad con estos nervios…
Si en ese momento el oso corre hacia ti lo más probable es que sea una carga defensiva para amedrentarte y se detenga a pocos centímetros de tu cuerpo. Tienes que aguantar tu posición ya que si corres tienes miedo. Y si tienes miedo, eres una presa.
Eso, que sepan quién es el jefe. Como en África, si ibas caminando por la selva y veías un león tenías que quedarte quietito y esperar a que se levantara y se fuera. Eso al mediodía, que es la hora de la siesta. Si es al amanecer o al atardecer, lo único que puedes hacer es volverte invisible. Lo sugestionas diciendo soy un arbusto, soy un arbusto y no me ves porque soy un vegetal y los leones no son vegetarianos…
Si el oso solo quiere hacerte saber quién manda, tendrás tu oportunidad de comenzar a moverte despacio y alejarte. Eso sí, nunca le des la espalda.
Recuerda que lo tienes resoplando a menos de un metro de distancia. Si aún no te has cagado encima, eres mi héroe.
En cambio si el oso te mira fijamente sin quitarte los ojos de encima y mantiene sus orejas erguidas eso ya no es una carga defensiva. Prepárate para defenderte.
Eso, tú mírale las orejas. Todo el rato. Y si las tiene tiesas, recuerda que los osos no solo comen frutas silvestres. También necesitan proteínas. Cazan ganado, cabras salvajes, alces, ciervos y, ¿cómo era que te llamabas?
En este caso tienes que pelear por tu vida. Lo mejor es dejarte la mochila puesta para que te proteja la espalda y preparar el aerosol anti osos, que debe estar dirigido siempre a la altura del suelo porque los osos cargan corriendo a cuatro patas. Nunca lo tires en contra del viento.
Mierda, tendría que haber comprado el aerosol anti osos aunque costase treinta dólares…
Si no tienes aerosol y te ataca un oso negro, dirige tus golpes a su cara y sus ojos. Si el que te ataca es un grizzlie, hazte el muerto, déjale que te zarandee un rato hasta que se aburra y se vaya.
El folleto, muy bien impreso por la gobernación del territorio de Yukón, no aclara que hacer en caso de un ataque de un oso blanco. Se dice que son los peores.
Por lo general si te encuentras un oso negro o un grizzlie y ha percibido tu presencia, te mirará desde lejos un momento y volverá a meterse en el bosque. Para ellos el ser humano también es peligroso. Si estás en su camino tienes que dejarle espacio para que pase. Bastante espacio. Pero si tienen hambre o te perciben como una amenaza para ellos o sus crías, prepárate.
Vuelve a la página uno.
De momento, aparte del encuentro con el oso negro en el campamento de Yukón cuando íbamos a empezar a cocinar, solo vimos osos a través de la ventana de la furgo, junto a la carretera. En la Columbia Británica eran todos osos negros solitarios y hembras pacíficas con crías curiosas. En Yukón fue más mezclado, osos negros y grizzlies con crías. En Alaska, osos grizzlies pescando salmón.
¿La ruta? Bien, gracias.
En realidad, hermosa y aburrida. El camino hacia Fairbanks, por la autopista de Alaska que comienza en Canadá, está rodeado casi permanentemente de bosque cerrado. De a ratos aparecen decenas y decenas de lagos llenos de mosquitos hambrientos muy interesantes, algún río caudaloso que a mediados de julio todavía arrastra restos de hielo y montañas que esconden glaciares a su espalda.
Sin duda, es tierra todavía salvaje, bastante virgen, con poblaciones aisladas y cientos y cientos de kilómetros de ruta monótona e interminable.
– ¿Como la Patagonia? –me preguntó un amigo el otro día por internet.
– No, peor. De Buenos Aires a Ushuaia habrá poco más de tres mil kilómetros de llanura abierta. Aquí, desde Vancouver hasta Prudhoe Bay hay como cinco mil kilómetros sin contar los desvíos.
Y eso es mucha, mucha, mucha ruta.
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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.
Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.
En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).
¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.
de buenos aires a ushuaia hay mas de 3.000km!
(te lo dice un santacruceño)
muy bueno el blog y el post!
Gracias Guido, corregido!
Bueno que tu estas loco??? Si pudiera me iria con ustedes para fotografiar todas esas locuras tan chidas que estan viviendo. Un saludote amigos
jajaja…yo haría como tu amigo Fredy…me he reído con tu relato,parece el libreto de un stand up….
Nunca he visto osos asi,solo los polares prisioneros en el zoo…deprimente..
Me gustaría verlos asi libres….y sacarles fotos…eso si,con un buen tele,por las dudas….
Abrazos….