283- Seguridad en Ruta: Asaltos y Armas

©Pablo Rey. Publicada en la revista Overland Journal, número de Invierno 2014.

Después de 15 años recorriendo el mundo en su furgoneta 4×4, Pablo Rey nos da unos cuantos consejos importantes para no terminar en calzoncillos en mitad de un viaje.

VUELVE CON VIDA.

‘Cuando te apuntan con un Kalashnikov en una ruta perdida de Kenia y te obligan a tirarte al suelo boca abajo, y ves la mano agujereada de alguien que no tenía 10 miserables dólares para entregar a los asaltantes, entiendes todo. Aunque te hablen en Kiswahili, en Arameo o en el idioma de Mordor.’ Eso me lo dijo Anna cuando nos reencontramos en Nairobi (a.k.a. ‘Nairobbery’) después de una semana separados. Durante esos días yo me había dedicado a rescatar nuestra furgoneta, que había sufrido una rotura de motor en el Parque Nacional de Sibiloi, a 800 kilómetros del mecánico fiable más cercano. Ella acompañaba a un par de amigos que habían venido a visitarnos en el peor momento. ¿Cómo reaccionarias en una situación así?

Llevar un arma de fuego no suele ser una buena idea cuando viajas por el mundo. Se me ocurren pocos lugares donde sea normal que los ciudadanos tengan un arma en casa: Afganistán, Irak, Estados Unidos, Somalia, Siria y Yemen. Con la excepción de Estados Unidos, todos acaban de salir de una guerra, o están en guerra. La legislación suele ser muy estricta y si la policía o los militares la encuentran durante un control, te habrás metido en problemas. Y si está bien escondida, será difícil que tengas tiempo para buscarla y utilizarla.

El spray de pimienta, el mismo que probé personalmente en Brasil cuando Anna salió a defenderme, es un buen elemento disuasorio. Todos saben que es como restregarte los ojos con un chile jalapeño bien cabrón. Enseñarlo en el momento adecuado puede hacer cambiar de idea a los tipos malos. El único problema puede aparecer al utilizarlo: es capaz de desencadenar la cólera de un tipo semiciego que te busca con los brazos extendidos como un Frankenstein de ojos irritados. Y eso no es gracioso. Personalmente creo que el taser, que da descargas eléctricas debilitantes, sería más efectivo. Aunque, de nuevo, suele ser ilegal y puedes tener problemas si la policía lo encuentra.

Más de una vez llegué a la conclusión de que me hubiera gustado saber un poco de karate, tae kwon do, jiujitsu o alguna especie de kung fu que imite el movimiento de las aves, aunque sea de un ave haciendo un aterrizaje forzoso. O por lo menos saber tocar la guitarra, para cantar una canción de amistad a los que lleguen con malas intenciones, o para partírsela en la cabeza si eso no funciona.

Hablando en serio, durante un robo, durante una situación desagradable con desconocidos, lo más importante es mantenerse calmo y no demostrar miedo, por más que las piernas amenacen con fallarte. Temblar antes de tiempo es un riesgo que puede dejarte con los bolsillos completamente vacíos, sin las llaves de tu vehículo y en ropa interior en medio de la nada. Temblar es perder el único control que te queda, el de tu cuerpo. Mejor te guardas el miedo para más adelante, para cuando hayas salido del problema.

Hay otras alternativas tradicionales para aumentar la sensación de seguridad durante un viaje, como llevar a mano el viejo bate de béisbol, la odiosa palanca para abrir neumáticos pinchados o el machete que normalmente utilizas para cortar madera. Los tres pueden ser buenas armas disuasorias. Solo por esta vez, debo decir que nosotros somos un poco más elegantes: nosotros llevamos un palo de golf. No sé qué hierro es pero las dos veces que lo saqué, en Egipto y Etiopía, con enseñarlo fue suficiente.

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

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