153- El fuego y la palabra: Encuentros cercanos con militares, 2ª parte | MÉXICO

(Viene de El fuego y la palabra: Encuentros cercanos con militares mexicanos)

México es un país en guerra. Cada día aparecen nuevas noticias en los periódicos acerca de las atrocidades de los narcos. Gente sin brazos ni piernas colgadas de puentes en la ruta. Cadáveres sin corazón pero con palillos clavados en los ojos. Cuerpos amontonados en fosas naturales. Balaceras en el centro de ciudades que permanecen aisladas por narcobloqueos provocados con camiones de carga. 72 migrantes de centro y sudamérica asesinados en Tamaulipas que ya pasaron al olvido.

Y eso es sólo lo que sale en los periódicos.

Y yo no lo puedo creer. Sobre todo cuando el comandante me dice que la revisión exhaustiva de la furgoneta, nuestra casa, es para nuestro bien. Este tipo debe ser idiota o todos los que le escuchan siempre le dicen que sí, por miedo, por conveniencia, por respeto abusivo. Este tipo está acostumbrado a que le obedezcan. Debe haber encontrado muchos, pero muchos vehículos extranjeros cargados de armas, drogas e inmigrantes ilegales. Sino, no entiendo esta revisión exhaustiva de nuestra casa.

–          Estamos en nuestro derecho de revisar su vehículo según el artículo especial de la ley….

–          Ya, ya sé, ya me lo dijo su jefe –le interrumpo el discurso. –Hagan lo que tiene que hacer. Pero me dejan todo como está, todo en el mismo lugar. Y si me desarman la cama me la vuelven a hacer.

Y entonces siguen revolviendo nuestras cajas y nuestras cosas y nuestra vida sin pudor. Y yo, que veo cómo unos desconocidos a quienes no invité meten mano dentro de mi casa, comienzo a enojarme. Estos tipos, estos militares, no tienen respeto. Recuerdo nuestro paso por Colombia. Allí entrar en el ejército es una manera de conseguir un trabajo seguro. Los militares llegan desde las familias más pobres del país, pero parecen sacados de la universidad.

–          Buenos días señor, ¿cómo está?, disculpe la molestia pero estamos haciendo un control, puede abrir la puerta por favor, no será más que un par de minutos. Muchas gracias. ¿De dónde nos visita? Lamentamos las molestias, bienvenidos a Colombia.

Esta parte de México no me gusta.

El gobierno parece estar perdiendo la guerra con el narco y eso se nota en los abusos cometidos por algunos miembros del ejército. Eso es impotencia. En el norte asesinan a una familia en un control de carretera y se inventan un enfrentamiento. En el sur reprimen a los campesinos de Chiapas que siempre habían sido olvidados o abusados cuando alguien se acordaba de ellos. Entonces, mejor olvídennos. Hay violaciones, irrupciones ilegales en viviendas, torturas, agresiones físicas, amenazas y hasta robos. Esto, sin contar el maltrato y las vejaciones a que someten a los migrantes ilegales de centro y sudamérica a su paso por México.

No lo dicen sólo los diarios, lo dicen las organizaciones de derechos humanos.

Siempre lo hacen obedeciendo órdenes de arriba, el norte, esa es la excusa.

Papá Estados Unidos dice: no dejen que los migrantes lleguen a nuestra frontera común. Y el gobierno y los militares de México obedecen.

Papá Estados Unidos dice: hay que luchar a muerte contra el tráfico de drogas que hace tantos estragos en nuestra juventud (la de ellos sobre todo). Y el gobierno y los militares de México obedecen.

Pero papá Estados Unidos nunca cumple con  su parte del trato: todas las armas que nutren a los delincuentes y los narcos mexicanos llegan desde allí, de la venta libre de los arsenales de Estados Unidos en negocios instalados en cada ciudad. La culpa siempre es de otros.

–          ¿Sabe? –le digo, –ya pasamos muchos controles militares en México, sobre todo en Oaxaca y cerca de Tapachulas. Once en dos días. Y en ninguno fueron tan maleducados como ustedes.

–          Tenemos derecho a revisar su vehículo según la ley especial…

–          Sí, ya sé, ya lo dijo su comandante y lo repitió ese señor de los anteojos de Rambo. Pero esto no es un coche. Esto es una casa. Y eso que tiene en la mano son mis calzoncillos sucios.

–          Pablo, ¿sabes qué? –dice Anna. –Voy a apuntar los teléfonos de aquel cartel y vamos a hacer una reclamación. –Y se da vuelta y continúa, enfrentando a los militares. –Por qué no se hacen los bravos con los narcos y los delincuentes en lugar de meterse con la gente común. ¡Ustedes sí que son valientes!

–          Mira hermano –entonces cometo el último gran crimen de un civil, tutear a un militar. –Yo sé que ustedes no tienen la culpa de tener que estar en las carreteras de México. Ustedes deberían estar ayudando a los inundados de Tabasco, deberían estar en misiones humanitarias, en misiones de paz y no aquí parados en medio de la ruta sufriendo este calor. Si ustedes están acá es por culpa de los políticos que no hacen bien su trabajo. En Argentina pasa igual, tenemos un país hermoso que está siendo arruinado por malos políticos que no hacen su trabajo. Que sólo les interesa lo suyo, no lo de los demás, lo de todos los argentinos. Ustedes, en México, tienen un país hermoso que es tremendamente injusto. Ustedes tendrían que estar en otro lado, no haciendo esto. Esto lo hacen porque tienen que cubrir la papeleta.

–          Nosotros hacemos esto para protegerle.

Y entonces me olvidé de las estúpidas bengalas y me acordé de los indios de Arizona, los nativo americanos con el mismo color de piel que los hijos de los mayas y los aztecas que salieron a manifestarse a la calle en apoyo de los migrantes del sur. En contra de las nuevas leyes discriminatorias de Arizona.

Me acordé de todas las historias que había oído acerca de esos hombres y mujeres de centro y sudamérica que son robados, violados, asesinados y golpeados mientras el ejército mira hacia otro lado porque no son mexicanos. Y me desbordé.

Ellos me observaban en silencio, sorprendidos, y su enojo por mi rotura absoluta de todas las reglas y respetos militares a la autoridad comenzó a flaquear.

–          Si como dices quieren proteger a la gente también deberían proteger a los migrantes centroamericanos que son robados, asaltados, secuestrados y violados en territorio mexicano. Gente como ustedes, con los mismos sueños, con el mismo color de piel, que quieren irse a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Lo mismo que quieren hacer sus hermanos, sus primos, sus amigos y hasta ustedes mismos. ¿Qué me hablas de proteger? ¿Por qué no los protegen a ellos? Ellos no quieren quedarse en México, ¡quieren ir a Estados Unidos! Son seres humanos y ustedes, en lugar de protegerles, los persiguen y miran para otro lado cuando unos hijos de puta los secuestran y les hacen de todo. Son sus hermanos, son como ustedes –y se lo digo mirando a los ojos al más oscuro de ellos, el que no para de pedirme el pasaporte.

En ese momento todos los militares se quedan en silencio. Ya nadie discute, nadie vuelve a abrir la boca. Cuando les dije, hagan lo que quieran pero me dejan todo ordenado, empezaron a olvidar la furgoneta. Y me pareció que comenzaban a darse cuenta que, al no proteger a los migrantes ilegales del sur, también se estaban atacando ellos mismos.

Entonces el comandante, ese tipo joven de rasgos afilados, va hasta su escritorio y agarra nuestras bengalas. Su mirada sigue siendo dura, ajena, pero algo ha cambiado.

–          Guárdelas –dice extendiendo una mano semioculta, baja, que envuelve nuestras dos bengalas. –Tenga cuidado, que no se le disparen.

–          Las llevo hace 10 años cruzando algunas de las fronteras más peligrosas del mundo, con militares de países destrozados que nos trataron mucho mejor que ustedes. Y todavía no se dispararon.

–          Le aseguro –dice, –yo sé que todos estos soldados son gente honrada.

Me doy vuelta y, mientras Anna se sienta frente al volante de la furgo, me entretengo en ver que el interior esté en orden. A esa altura, ellos desistieron de pedirme el pasaporte y yo de pedirles sus documentos para hacer la denuncia. Es un empate de conveniencia, que no me gusta. Pero quiero irme, seguir adelante. Olvidar las armas y la estupidez del mono más avanzado de la especie, el mono con uniforme.

–          Que tengan días mejores –les digo desde la ventana de la furgo, mientras Anna arranca y volvemos a la ruta.

Y me quedé pensando en el sentido de este abuso. Porque no era sólo la revisión de la furgoneta que también es nuestra casa. Había algo más perverso que tenía que ver con la sumisión, con el poder y con la sensación de impunidad por llevar un arma y un uniforme. Y sin duda, con mis respuestas que estaban fuera del manual.

No tenía sentido, no estaban buscando narcos extranjeros, estaban aburridos. Porque se encapricharon con dos bengalas tras la excusa de la pólvora, como se podrían haber encaprichado con un paquete de yerba mate con la excusa de que podría haber marihuana mezclada.

En caso de cometer algún abuso, algún delito, los militares mexicanos saben que los protege el fuero militar, que serán juzgados por sus pares y no por un tribunal civil. Y saben que casi siempre no pasa nada. Que todo se olvida. Que a nadie parece importarle. Que en México la gente se acostumbró a la violencia, a las armas, a los estados paralelos del narcotráfico. Que se podrían escribir cientos de historias acerca de la muerte en éste México cabrón, que su crimen sólo sería uno, y que al final, pasaría desapercibido.

¿Quién se acuerda hoy de los 72 migrantes masacrados en Tamaulipas?

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

13 thoughts on “153- El fuego y la palabra: Encuentros cercanos con militares, 2ª parte | MÉXICO

  1. Llevo 8 años en este país y la cosa se pone cada vez peor. Mi sueño quimérico es regresar a Uruguay a bordo de una kangoo (un proyecto más limitado y por razones más prácticas que otra cosa) como sea, siento que la parte más jodida del viaje en cuanto a fronteras y retenes va a ser el propio México…que dios nos agarre confesaos manito.
    Un abrazo muchachos.

  2. Pues no me parece nada extraño lo que dices Pablo… pues yo como guatemalteco, al cruzar la frontera Guatemala – Mexico, justo 1 kilometro despues de la frontera me encuentro con un reten y que le hacen DE TODO a mi carro, a tan solo UN kilometro de la frontera…. qué se pensaba ese tipo militar?.. que pase mi auto sin verificacion ni nada?… a tan solo un kilometro?… en serio que me ha puesto de muy mal humor, y para su mejorar su alegria, no encontro absolutamente nada en mi auto… pero bueno, asi son estos tipos cuando no tienen NADA que hacer… mas que fastidiar al otro y como tu dices.. estan perdiendo la batalla contra los narcos y otras cosas peores que estan sucediendo en el país. Un abrazo.

  3. Menudo escándalo que haces, si no fuera por el ejército este país hace tiempo era gobernado por los que decapitan a las personas vivas, supongo que no lo entenderás nunca y agarras la banderalde che guevera, pero bueno cada cabeza es un mundo

  4. Ok pero ustedes tienen que respetar esa orden a ellos no les importa si es su casa la 4×4 no pueden parar a todos los carros simplemente si ustdes pasaron esa mala suerte te imaginas cuantos carros con droga pasan de centro america a mexico miles de carros ok y ya no solo la droga pasa a USA no se esta queda en mexico y si comprendo que unos militares son nacos guarros corrientes pero no todos son como dices mi padre fue capitan siempre fue una persona educada pero simplemente si ellos te dicen algo por eso estan en ese reten estodo asi de facil no se que tiene que ver los retenes militares con usa para eso esta el departamento de imigracion y federales.

  5. Mas allá de que me gusten o no los militares y los ejércitos, considero que el ejército mexicano está haciendo el trabajo que ni los políticos ni la policía supo hacer en su momento.
    Desde que llegamos a México (ya llevamos 8 meses recorriendo el país), habremos tenido que cruzar entre 40 y 50 retenes militares. En general el trato es correcto, no son tan amables como en Colombia, pero da igual, hacen su trabajo y no tienes opción de negarte a una inspección.
    Estos que nombro en la historia se pasaron de la raya, por eso están aquí.

  6. Pablo, te veo con la espina dorsal doblada unos cuantos dias, de los grandes que tienes esos huevos!
    uf, que valor … y que grandes verdades.

  7. Gracias Dani, pero tengo la sensación de que un día a esta boca le bajarán todos los dientes… y con suerte solo eso…
    Un abrazo desde Baja California, subiendo hacia yankilandia (tras 4 controles militares más en los últimos cuatrocientos kilómetros de asfalto)

  8. Suerte en gringolandia amigos, y de verdad que me sorprendo cada ves que leo esto, pues tus palabras no tienen igual y es de reconocer que tienes los cojones bien puestos en su lugar para hacer frente a un grupo de payasos uniformados. Saludos desde cancun amigos mios.

  9. Hola chicos, gracias por escribir de tan especial manera estos articulos de tantas vivencias…Yo hace mucho sufri la perdida de mi esposo por un ataque en guatemala….ahora 19 anos despues, con mi actual pareja queremos cruzar en carro desde estados unidos hacia Costa Rica, es un sueno lindo ya que nos encanta viajar al igual que uds….no nos darian alguna ruta “lo mas segura” sin tener q pasar por Juarez? de antemano mi gracias por tu respuesta…Dios los bendiga!!!

  10. Y para aquellos que critican tanto y no saben lo que es la cruda realidad de un viajero, a veces es mejor mantener la boca cerrada….solo el que vive la experiencia sabe lo que es………lo vivi en carne propia y agradezco a Dios el haberme dado otra oportunidad para recomenzar mi vida….Dios perdone a los ignorantes y carentes de sentimientos!!!!

  11. Vicky, lo único que te puedo recomendar es que viajes de día. Y que cruces las fronteras por los pasos principales. Creo que eso es lo más importante de todo. No creo que tengas problemas en Ciudad Juárez, no tienes que detenerte allí, ni vives allí, ni trabajas en las maquiladoras…
    Buena ruta!

  12. Lo ue me sorprende es que de le llames Guerra a nuestro problema de inseguridad y sin embargo de otros países de centroamerica (que tienen más violencia que México) o Brasil no digas absolutamente nada. Lo curioso es que apesar de que estamos según tú “en guerra” acá no te haya pasado nada muy al contrario de lo que tu sucedió en otro países.

    Con esto no niego de la difícil situación de mi país pero a lo que voy es que la prensa y principalmente internacional parace que se regodean haciéndoles bullying a México , aunque claro parece ue está cambiando todo con el nuevo gobierno.

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