93- Buscando un barco para cruzar de COLOMBIA a Panama llegamos a uno de los últimos sitios vírgenes de Sudamérica

Sí, debo aceptarlo y sin ofenderme. Anna es una mona blanca de ojos claros. Yo soy un mono con barba de chivo. Así funcionan las descripciones en las sociedades originales, las que no han sido demasiado contaminadas por la civilización del plástico.

Sin haberlo previsto, sin querer, sin buscarlo, habíamos llegado a uno de los últimos sitios vírgenes de Sudamérica. Y no estábamos en el centro aislado de la Amazonia, la selva había desaparecido bajo una capa de arena y arbustos espinosos. Era la península de la Guajira, desierto a los pies del Caribe, donde algunos amerindios Wayúu aún se sorprenden de ver gente de piel blanca.

Gente de ojos claros, como los españoles que llegaron en carabelas, las naves espaciales del año 1500. Como los holandeses que desembarcaron desde Aruba o los Marín (tribu familiar castellana) que llegaron desde Margarita cuando Colombia ya era una república independiente. Todos blancos, todos alijuna que encontraron una tierra hospitalaria donde intercambiar productos y propagar sus apellidos gracias a la poligamia tradicional y los matrimonios de conveniencia. Como en la cultura árabe, entre los wayúu cada hombre podía tener (o comprar a cambio de dinero o chivos o mercadería) la cantidad de mujeres que pudiera mantener.

Podía, porque la mayoría de las mujeres wayúu ya no acepta ser parte de un acuerdo comercial que excluya su opinión.

Yo, tú, nosotros, todos los extranjeros no wayúu somos alijuna. Da igual si tus rasgos externos dicen blanco, negro, indio, chino o marciano. Yo, el de la barba de chivo, soy eshi wanee alijuna mushi asin, shulima caula. O algo así.

Es uno de los descubrimientos en Puerto Nuevo, mientras esperamos primero a José Luis González, representante de la agencia marítima y luego a Benny, Benny a secas, dueño de un par de barcos que viajan regularmente a Panamá. Y lo aprendo cuando volvemos a la furgoneta y la encontramos rodeada de estibadores curiosos.

–          Hola, ¿cómo están? –saludo y sorprendo a un grupo grande de wayúu, de no alijuna, con la nariz pegada a los vidrios de la furgoneta.

Puerto Nuevo es un sitio perdido en la alta Guajira, realmente un puerto reciente de barcos de carga que zarpan vacíos para volver llenos de mercadería de la zona franca de Panamá. Vacíos, esa es la palabra mágica, la que nos puede ayudar a cruzar la selva del Darién, ese trozo de tierra inundado que incomunica Colombia y Panamá. Que corta la ruta Panamericana. Que separa Sudamérica de Centroamérica.

–          Anashi –responde uno de los curiosos rápido, sobresaltado. Y se corrige –bien.

–          Entonces anashi significa bien –digo.

–          Sí –responde el wayúu, sonrojándose.

En ese momento, cuando otro hombre señala la pegatina del toro español adherido a la puerta trasera, comenzaron nuestras primeras clases de wayunaiki.

–          Páa. Páa –repitió.

–          Toro. Paaaa –digo.

–          No, paaaa no –dice el hombre. –Páa, páa. Vaca.

–          Paáh –digo. Aunque me equivoco, aunque ponga el acento en otro sitio y los wayúu se rían, parece fácil. Si uno le pone un poco de ganas, aprender las bases de otro idioma es fácil.

–          Bulico –dice otro hombre señalando la pegatina del burro catalán.

–          Bulico –repito, ese es más fácil. Debe provenir del español, borrico.

El wayúu que no ríe, sonríe. La sorpresa de los estibadores por encontrar extranjeros accesibles es auténtica e impagable. Entonces nos rodean y comienzan a describir la furgoneta en wayúu, esperando que repitamos sus palabras. Todas, palabras nuevas, letras unidas de forma aleatoria que finalmente cobran sentido en la Alta Guajira. Sin duda, es uno de los mejores momentos de todo el 2009.

–          Anásh piá?, anásh piá?, ¿cómo estás? –pregunta un hombre señalándome. Entonces apoya su mano firme sobre mi pecho y dice –anásh tayá.

–          Anásh tayá –digo. –Bien, muy bien –repito en castellano. –Anásh piá? –le pregunto.

–          Anásh tayá –responde.

El wayúu tiene una sonrisa tan grande como un portón abierto. En España, en Argentina, en Latinoamerica, tenemos demasiadas palabras inglesas metidas en nuestro vocabulario cotidiano, stress, parking, camping, ticket, compact, ipod, gay, backstage, ranking, zapping, poster, lifting…

Aparte de las palabras propias de nuestra tierra, y de las palabras impuestas por la globalización en inglés, ¿por qué no provocamos concientemente el uso de palabras de idiomas desconocidos? Pero no cualquier palabra, palabras elegidas simplemente porque suenan bien, porque provocan algo bonito en el estómago cuando las escuchas.

–          Chipi chipi –dice el niño wayúu levantando un balde lleno de pechinas, de pequeñas almejas de playa.

–          Chipi chipi –repito. Y me gusta.

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

2 thoughts on “93- Buscando un barco para cruzar de COLOMBIA a Panama llegamos a uno de los últimos sitios vírgenes de Sudamérica

  1. Hola,

    Sólo saludaros, deciros que os sigo desde hace tiempo, que no hace tanto estuve en la Guajira (y en buena parte de Colombia) y me ha entrado nostalgia al ver las fotos de los Wayuu, y sobre todo, chipi chipi, me ha gustado tu idea, sí señor.

    Saludos.

    Jordi.

  2. Lo siento.
    No p0demos enviaros el barco.
    No cabe en el avión.
    El barco es de Bilbao, pero el avión no.
    Un abrazo de los dos y que tengaís suerte.

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