228- Por las rutas del MÉXICO narco

Hacía tiempo que no nos perdíamos. En realidad, sabíamos dónde estábamos, pero podíamos perdernos. Y nunca más volveríamos a encontrarnos. Ni nos volverían a encontrar.

El oficial de inmigración había sido tan claro como el agente de aduanas y el vendedor de tacos de tripa. Los tres habían repetido la misma frase, el mismo consejo: No conduzcan de noche. Acabábamos de entrar a México por la frontera de Caléxico/Mexicali y, en lugar de pensar en los riesgos de entrar en zona abiertamente narco, solo se me ocurría que los nombres eran el resultado de un bonito juego de palabras. Caléxico venía de California-México, y Mexicali de México-California.

En realidad, no conduzcan de noche era una frase incompleta. Allí faltaba la aclaración que nos hizo la amiga Isabella al atardecer, en su casa en San Luis Río Colorado.

–          Por la noche hay controles civiles en las rutas.

–          ¿Controles civiles? –le pregunté.

–           Sí, hombres armados que detienen el tráfico en la carretera para pedir la documentación y revisar los vehículos.

–          ¿Narcos? –sugerí sin recordar que esa es una palabra que no se pronuncia en el norte de México.

–          Bueno… sí.

Habían pasado 21 meses desde que dejamos México por el paso de Tijuana para entrar en el mundo anglo norteamericano, y la frontera entre los países no solo era un límite político. Las calles habían cambiado el olor a hamburguesa y pollo frito por el olor salado de la carne envuelta en tortillas de maíz. En promedio, la piel de la gente se había oscurecido ligeramente, había más basura por la calle, más sombreros de ala y los edificios se veían más descuidados. Pero también había más música y más sonrisas sobradas y espontáneas, y eso me gustaba.

Contábamos con que a medida que nos alejáramos de la frontera tendríamos que pasar sucesivos controles militares y policiales donde perderíamos bastante tiempo. Tendríamos que explicar qué hacíamos allí, hacia dónde íbamos y qué llevábamos en la furgoneta. Sobre qué escribo y por qué nos gusta México. La consigna era viajar de día, cualquier otra opción había sido descartada antes de discutirlo.

Teníamos que hacer unos 400 kilómetros hasta Heroica Caborca (el título de Heroica seguramente lo habría ganado durante la guerra con Estados Unidos) y al día siguiente seguir hacia Hermosillo para buscar el Parque Nacional de las Barrancas del Cobre por una ruta que hasta en el mapa aparecía sinuosa.

Al final del segundo día habíamos recorrido los primeros 600 kilómetros por el norte de México y, sorprendentemente, no habíamos encontrado un solo control militar. La policía se había vuelto tan invisible como en Estados Unidos y tampoco habían aparecido los civiles armados. Por primera vez en mucho tiempo, no llegábamos tarde.

Heroica Caborca, en medio del desierto de Sonora, era un pueblo anodino donde no se nos había perdido nada. Todavía teníamos dos horas antes de que se hiciera de noche, por lo que decidimos cambiar de planes. Ir hasta Puerto Libertad, en la costa y buscar una palapa con techo de paja para despertar frente al mar sonaba al viaje por Latinoamérica que recordaba en mis momentos más lúcidos. Después de avanzar 5.000 kilómetros en dos semanas necesitábamos un par de días de descanso.

Pero no solo quería avanzar hacia el sur, también quería perderme. Volver a regiones donde no hubiera un solo turista, un solo extranjero. Ver cómo era el otro lado del Mar de Cortés, saber si el desierto de Sonora se parecía al desierto de Baja California.

Cargamos combustible en la PEMEX y solo hice una pregunta.

–          ¿Es segura la ruta?

–          El camino hasta Puerto Libertad es de tierra, pero mejor sigan por el asfalto hasta El Desemboque. Y luego toman la carretera de la costa.

–          Pero queremos ir a Puerto Libertad, no a Desemboque. Eso son como 100 kilómetros más.

–          Ya –dijo el hombre, delgado y de piel morena, que pedía dinero con una hucha para la Cruz Roja, junto a un lomo de burro. –Sabe, a la gente que vive en los pueblos que están de camino a Puerto Libertad no les gustan los vehículos extraños. Allí tienen sus sembradíos y dentro de poco será de noche. Mejor vaya a El Desemboque.

No pregunté más. No necesitaba más palabras para saber que lo que allí sembraban no eran tomates ni maíz. Tomamos la ruta y comencé a acelerar mientras el sol se acercaba al horizonte.

(Continúa en El retorno a los malos caminos)

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

14 thoughts on “228- Por las rutas del MÉXICO narco

  1. Luis Puertas, te voy a responder a la mexicana. Pinche güey, antes de escribir pendejadas léete las otras historias que escribí sobre México. No todo lo de aquí es narco, pero hay, y es parte de la vida cotidiana de los mexicanos.

  2. Vamos, no perder el tiempo en boludeces sin sentido con todo lo que hay que contar, el hermoso mexico tiene lo que tiene y hay que contarlo asi le moleste a algunos. y, comosigue la historia?

  3. Tamaulipas, Mèxico, uno de los estados mas afectados por el narcotrafico, sin embargo hay tantas cosas geniales y buenas historias por contar…

  4. Amigos, la continuación de la historia está escrita, pero en este momento tengo más ganas de perderme durante 10 días en una playa perdida que ya conozco donde no hay internet, que de buscar la foto adecuada para este texto. En los primeros días de enero ya subiré lo que falta. Saludos desde Laguna Bacalar, buen inicio de 2013 para todos!

  5. Espero saber la continuación de la historia, sin dudas México es un país fascinante, pero que no escapa a sus problemas sociales, pasé 2012 ahí y puedo decir que es el mejor año de mi corta vida. Por cierto, Bacalar fue uno de los lugares que más disfrute de México. Saludos y Feliz Navidad!

  6. salimos de paseo de nueva cuenta a puerto libertad y al desemboque de los seris, nos fue muy bien, aquí mis amigos maestros tratando de agarrar una buena pieza por medio del currican.

  7. Cuando pasas por Guadalajara, Jalisco?
    Te invito un cafe y una tarde de buenas remembranzas…
    Yo soy de Sonora, pero hoy vivo en Jalisco y estoy planeando un viaje a centro america similar al tuyo…
    a México ya lo recorrí completo y a USA tmb, pero creo que estos dos paises son los mas sencillos de sobrellevar.

  8. Felicidades, es bueno encontrar un blog que muestre aspectos de como ve un extranjero viajero su paso por distintas tierras. Una buena percepción de como está México actualmente, aunque exista la tendencia a hacerlo parecer normal, esta lejos de serlo. Siempre haz caso de los consejos de los lugareños en tus rutas de viaje.
    Adelante con la exploración de nuestro mundo.

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