09- A través de los Andes, a 4.700 metros de altura | CHILE

El otro lado de los Andes es un dejà vú de la desolación. A cuatro mil setecientos metros de altura el volcán Ojos del Salado, la segunda montaña más alta de América, parece una colina más en el horizonte. Los libros cuentan que ésta es la región más aislada y solitaria de la Cordillera de los Andes, pero prefiero que la furgo no lo sepa. Le gusta romperse en lugares así.

El desierto es hermoso, pero el aire escaso y el dolor de cabeza son apuntes dolorosos tatuados en la sien que suplican bajar. Por momentos la presión se hace insoportable, temo el instante irreversible, el estallido violento de un cráneo en un cómic: presiento un ka-boom y luego, splash!!, restos grises y rojos manchando el tapizado. Estamos tan cerca del cielo que los buitres que cruzan por delante del parabrisas parecen, ángeles.

Pero no, la vida continúa real y el viento, invisible, continúa empujándonos lejos de Argentina. No nos echa, hace lo que debe. Algunas yaretas, plantas esponjosas sólidas utilizadas en la Puna y el Altiplano como leña, crecen como grandes piedras verdes sobre la tierra gris. Pocos flamencos rosados rebuscan en el fango de la Laguna Verde algún tipo de alimento que solo ellos pueden tragar. No me extraña que sus plumas tomen esos colores

En medio del camino hay una barrera acostada frente a una casa verde y blanca, el primer puesto de Carabineros de Chile. En marzo el tránsito por esta frontera es escaso, cuatrocientos cincuenta kilómetros entre estaciones de servicio y tres pasos de más de cuatro mil quinientos metros. Será por eso que el único que sale a recibirnos es un pastor alemán que intenta atrapar mi antebrazo entre sus dientes. No, pichicho lindo, no, eso no por favor, no soy tu hueso. Pero insiste, salta una y otra vez inmune a la altura y yo lo esquivo y los latidos aumentan en la sien. Anna toca la bocina, maldito perro, sale el gendarme, saluda y levanta la barrera. El pastor alemán se sienta y expresa su desacuerdo dejando caer las orejas.

El camino, de tierra, continúa a través de la tundra esquivando formaciones rocosas que la cortesía de algún ingeniero salvó de la dinamita. Dos estelas de polvo preceden a dos camiones cargados de piedras que avanzan por una huella que termina en la ruta, en ángulo recto. Aparte de ellos no hay nada, no hay cactus, no hay árboles, no hay ruinas de paredes de adobe, no hay animales, ni siquiera una pequeña familia de llamas, guanacos o vicuñas felices como las que crecen salvajes a lo largo de la cordillera. Sólo hay ángeles carroñeros.

No hay nada o está todo, el oxígeno frío y cortante, valioso por lo escaso, el blanco de las montañas sin nieve y las lagunas saladas y el espacio, la inmensidad de la soledad más hermosa jamás dibujada. El desierto helado a fines del verano. El viento. En lo más profundo de mi corazón soy un budista, musulmán, cristiano y judío orando para que el motor continúe marcando su ritmo cardíaco regular.

Cuando bajamos de los cuatro mil metros desaparece la magia. La furgoneta continúa echando sus habituales nubes de diesel negro mal quemado pero la luz cambia. Es menos diáfana, menos enceguecedora, nos estamos alejando del cielo. Aparecen hendiduras profundas en la meseta alta y la ruta se convierte en un camino de cornisa ancho que no deja de intimidar. Al fondo, un río seco recuerda que la caída puede ser dura. Despacio, en ésta historia aún no pasó nada.

Cien kilómetros de polvo y piedras más tarde, en Copiapó, comienzan todas las rutas que se internan en Atacama. Los amigos cuatro-cuatreros tienen las coordenadas de las huellas que atraviesan el desierto. De las que huyen del mar desde Bahía Inglesa, las que atraviesan el centro del país a través de Inca de Oro y las que suben por los Andes marcando caminos que sólo aparecen en algunos GPS. Es la tierra de los buenos y los malos mecánicos, capaces de armar un 4×4 a partir de piezas de coches japoneses, americanos y europeos y demostrar al mismo tiempo que globalización, en Sudamérica, también significa hacerse cargo de los desechos del primer mundo. Y a veces construir algo útil, como en Mad Max.

         El texto es bonito, pero no pasa nada –me dice Anna cuando termina de leer.

         Si quieres que pase algo, cuando recibamos los repuestos que dejamos en Santiago volvemos a Diego de Almagro. ¿Te atreves?

(para más antecedentes, ver Homenaje a los Buenos Mecánicos, y despellejamiento ritual de los malos)

El Libro de la Independencia con franja verde

El Libro de la Independencia. ISBN 978-84-616-9037-4

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Pablo Rey (Buenos Aires) y Anna Callau (Barcelona) viajan por el mundo desde el año 2000 en una furgoneta Mitsubishi Delica L300 4×4 llamada La Cucaracha. En estos años veinte años de movimiento constante consiguieron un máster en el arte de sobrevivir y resolver problemas (policías corruptos y roturas de motor en el Sáhara, por ejemplo) en lugares lejanos.

Durante tres años recorrieron Oriente Próximo y África, de El Cairo a Ciudad del Cabo; estuvieron 7 años por toda Sudamérica y otros 7 años explorando casi cada rincón de América Central y Norteamérica. En el camino cruzaron el Océano Atlántico Sur en un barco de pesca, descendieron un río del Amazonas en una balsa de troncos y caminaron entre leones y elefantes armados con un cuchillo suizo.

En los últimos años comenzaron a viajar a pie (Pirineos entre el Mediterráneo y el Océano Atlántico, 2 meses) y en motocicleta (Asia) con el menor equipaje posible. Participan en ferias del libro y de viaje de todo el mundo, y dan charlas y conferencias en escuelas, universidades, museos y centros culturales. Pablo ha escrito tres libros en castellano (uno ya se consigue en inglés) y muchas historias para revistas de viaje y todo terreno como Overland Journal (Estados Unidos) y Lonely Planet (España).

¿Cuándo terminará el viaje? El viaje no termina, el viaje es la vida.

4 thoughts on “09- A través de los Andes, a 4.700 metros de altura | CHILE

  1. Pablo: una cosa es “acción” y otra es tener tendencias suicidas, queriendo volver a ese mecánico. Suerte y saludos de Flá y los chicos. Un abrazo. Daniel

  2. Hermosa la fotografía de las montañas, lo que cuentan es algo tan humano que voy a abandonar la capa. Sigan adelante, si se averían cerca de Diego de Almagro llamen que voy a ayudarles.
    Saludos
    Clark

  3. Hola

    enhorabuena, pero me sabe muy malo que todos los que empiezan una aventura como la vuestra lo hagan despreciandoa quien no la hace con esas palabrejas de rutina, autobús y ese aire de superioridad.

    Mi aventura no es tan exótica pero rendirá muchos más frutos tanto para la vida (hijos responsables) COMO PARA MIS CONCIUDADANOS (FORMACIÓN DE JÓVENES E INVESTIGACIÓN AUNQUE PODRÍA HABER SIDO SÓLO BARRER CALLES Y EL EFECTO SERÍA IGUAL)

    haced lo que querais pero no juzgueis ni seais tan chulitos. Vuestra vida será divertida pero hay otras más productivas y positivas (alguien tiene que hacer carreteras, ropa, medicinas y todo lo que habeis utilizado en vuestro viaje). Yo os clasificaría en el sector enterteinment antiguamente bufones saltimbanquis, etc…

  4. Hola Lorenzo, gracias por insultarnos.

    Que pena que no hayas entendido nada. Lo que hacemos es tratar de que la gente haga lo que realmente sueña con hacer. Y eso no es solamente un viaje, sino también acabar una carrera, emprender tu propio negocio o tener hijos. En el camino vamos dando charlas a jovenes y es alucinante ver como se les abren los ojos cuando descubren que todo es posible.

    Nos alegramos que tu aventura rinda sus frutos, cada cual construye su propia historia.

    Aquí nadie insulta a nadie, simplemente contamos nuestra historia y si te has sentido ofendido (uno o cinco entre mil) será porque tienes asuntos pendientes por resolver contigo mismo.

    Nosotros no te tenemos rencor.

    Saludos y que disfrutes tu vida.

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